Según Richard Boyatzis

El “síndrome del sacrificio”

Existen líderes para quienes ocupar ese rol significa un sacrificio que, indefectiblemente, genera estrés. Esa situación estimula el sistema nervioso parasimpático que generará la activación de ciertas hormonas: por un lado pueden activarse la epinefrina y la norepinefrina y, por el otro, los corticosteroides. Las dos primeras provocan aumento de la presión sanguínea, los músculos largos se preparan para la batalla o la huida (se tensan), el cerebro desconecta los circuitos neuronales esenciales y hace que nos volvamos menos abiertos, flexibles y creativos. Por su parte, los corticosteroides provocan el debilitamiento del sistema inmune sano, se inhibe la formación de nuevas neuronas y sobreestimula las neuronas más antiguas, que terminan contrayéndose.

El resultado: el cerebro pierde la capacidad de aprender; nos sentimos ansiosos, nerviosos, hasta deprimidos; percibimos lo que la gente dice o hace como una amenaza o como algo negativo, y se termina generando más estrés. Finalmente, lo que sucede es que se contagian estos sentimientos, provocando aún más estrés en uno mismo y en los demás.

Ese “sindrome del sacrificio” provoca una disonancia en el líder que se traduce en sentimientos ocultos de que algo no está bien y en una sensación de infelicidad. También lleva a la negación: la vida se vuelve mecánica, sin sentido y muy distinta de lo que alguna vez se soñó; las reflexiones resultan siempre negativas, en una sensación de que todo debe ser solucionado porque nada está bien. Así mismo, se recurre a justificar el comportamiento propio y a culpar a los demás, y a simular en el hogar o en el trabajo. Quienes sufren de ese sindrome del sacrificio, dice Boyatzis, son malos líderes.

Los “líderes resonantes”

Pero no todo estaría perdido para ellos. Boyatzis aconseja renovarse para poner en funcionamiento el sistema nervioso parasimpático. ¿De qué manera? Si el líder se propone comprender a alguien, preocuparse por él y comenzar a hacer algo que contribuya a su bienestar, esto despertará su compasión y, por procesos bioquímicos inversos a los generados por el estrés, liberará otras hormonas que provocarán una sensación de esperanza, optimismo, paz o entusiasmo “pero con la mirada puesta en el futuro”.

¿Cómo se hace un gran líder? ¿Cómo se logra una resonancia del líder?

Según este especialista en inteligencia emocional, los grandes líderes cumplen con ciertas características:

  • Están en perfecta sintonía de mente, cuerpo, alma y espíritu.
  • Inspiran a los demás a través de la esperanza y la visión.
  • Irradian compasión.
  • Crean y mantienen esa resonancia a la que hacía mención.

El desafío del instructor y del líder, dice Boyatzis, es llevar adelante el ciclo de sacrificio y renovación con conciencia, esperanza y compasión. La compasión entendida como el deseo de actuar sobre el cuidado y comprensión de los demás, atendiéndolos, cuidándolos, entendiendo sus experiencias. La esperanza en el convencimiento de que podemos lograrlo, siendo optimistas acerca de un futuro mejor y posible. La conciencia “es estar despierto, alerta, expectante y en perfecta sintonía con nosotros, con los demás y con el mundo que nos rodea”. Estar inspirados, aconsejó Boyatzis, para poder inspirar a los demás. “No queremos aburrirnos ni tener una vida rutinaria. Y los que trabajan con nosotros tampoco quieren aburrirse ni tener una vida rutinaria”, enfatizó.