La lógica nos dice que siempre debemos escoger el camino fácil. Sin embargo, a veces confundimos lo SIMPLE, con lo FÁCIL. La simplicidad se ha puesto de moda: logos con menos colores y formas han dado a las empresas una imagen moderna. La simplificación de los procedimientos es sinónimo de ahorro, de eficiencia.

Sin embargo, todavía confundimos SIMPLE, con FÁCIL. Fácil no es necesariamente SIMPLE, tal es así que podríamos entender como FÁCIL a aquello aparentemente SIMPLE, sin que realmente lo sea.

Ante cualquier problema exploramos alternativas de solución, algunas fáciles, otras difíciles; algunas simples y otras complejas. Hay veces que el cansancio, el agotamiento o simplemente las trampas de la mente nos motivan a elegir EL CAMINO FÁCIL; sin que éste sea realmente el correcto.

Frases como «Lo barato sale caro» viene a la mente cuando elegimos erróneamente el CAMINO FÁCIL.

CAMINO FÁCIL es copiarse en el exámen, es la dieta química, es el pacto con el diablo, es la prostituta, es el robo. El camino fácil es la solución aparente, es vender barato, es comprar aún cuando es caro. El camino fácil es el que se aleja del esfuerzo, de la dedicación, de lo completo, del pensar, del hacer y quizás de darle valor al hecho.

El CAMINO FÁCIL paradójicamente no suele ser el más corto, aunque aparente ser un atajo. Debemos estar preparados para diferenciar LA SOLUCIÓN FÁCIL de la SIMPLE. La rápida… de la fácil. La corta… de la fácil.

FÁCIL es menos. SIMPLE es más. 

¿Qué camino eliges ahora?